Mi primera partida de Póker por " El Novato"

Enfrentarse a la primera timba de póker es como hacer el amor por primera vez (o al menos eso es lo que me han contado). Hay que tener muy claro que estás preparado para afrontar ese reto. No puedes defraudar a nadie y tienes que estar a la altura. Eso lo hace todavía mucho más complicado. Pero aquella noche pintaba bien, muy bien. La Golden Póker League estaba apunto de comenzar. Qué mejor día para hacer el debut que éste. Todo estaba listo. La música ambiental creaba el clímax perfecto convirtiendo el Casino Cajamar Tortosa’s Club en un escenario de película. En el ambiente se respiraba cierto nerviosismo por comenzar la partida. Mis nervios eran diferentes. Haciendo honor a mi condición de novato mi única preocupación era saber qué demonios eran todas aquellas fichas de colores que estaban a punto de repartir por la mesa. Luego averigüé que era el tesoro por el que todos íbamos a pelear. Daba igual del color que fueran, lo importante es que sean para ti. Saber esto me tranquilizó bastante aunque los nervios volvieron a aparecer cuando todo el mundo empezó a sacar de sus carteras cantidades desorbitadas de dinero. Como buen observador fui tanteando el terreno para no hacer ninguna locura. Uno pone 5 euros, otros 4, los más inseguros empiezan por 2. Yo no sabía en que grupo situarme y opté por la opción más diplomática, una cosa intermedia: 3 euros. ¡La paga semanal apostada en una timba de póker! De repente aquellas tres monedas me desaparecieron y en su lugar me entregaron una pila de fichas de todos los colores. Es el trueque perfecto para hacerle a un niño. El te das tres monedas y tú le endiñas 40 fichitas para que juegue. El problema es que sabía que todos aquellos juguetitos me iban a desaparecer pronto. Casi sin darme cuenta ya había perdido una. Había que empezar la partida y comenzaban las apuestas. En la cara de la mayoría de los jugadores había cierta expectación por ver cómo se iba a desenvolver el novato en su debut. En mi cara lo único que se veía era cierto respeto. Y mucho más cuando en la primera mano compruebo que las apuestas que había en juego superaban con creces los montoncitos de fichas que yo tenía delante. Dónde me había metido. Estoy rodeado de una panda de ludópatas que no van a tardar ni media hora en jugarse sus casas, sus coches u otro tipo de propiedades, pensé. Luego me di cuenta que no. La noche había empezado muy fuerte pero la cosa se fue suavizando. Yo ya me sentí mucho más cómodo. Aprendí que no pasaba nada por perder 20 céntimos en una ronda y empecé a perderle el respeto al juego. El resto me lo notó pronto. Como buen novato, mi ímpetu por apostar fuerte en las manos en las que llevaba buenas cartas se veía a la legua. A pesar de todo conseguí ganar una mano muy pronto y eso me permitió soltarme al ver que ¡estaba ganado dinero! Por un momento se me pasó por la cabeza plantarme y pasar por caja para recaudar mis ganancias. Más tarde descubrí que no era a eso a lo que había ido aquella noche al Casino Cajamar Tortosa’s Club. Cómo dicen en el deporte a los que se saben perdedores: lo importante es participar. Y vaya si participé. La cosa salió cara y nos embolsamos unos euricos. Pero sobretodo me reí mucho y lo pasé genial. Por cierto, que ya tengo algo ahorrado para seguir aprendiendo en la segunda timba. Y además de Gala. No es un farol.